viernes, 25 de octubre de 2019

EN WEIMAR




EN ALEMANIA ORIENTAL (3)
(En Weimar)

Edgardo Malaspina

1
En  Weimar fuimos a las casas de Goethe y Schiller, y  una donde vivió Carlos Marx. Aquí vivió Goethe más de cincuenta  años. El Duque Carlos augusto lo invito luego de la publicación de Las cuitas del joven Werther, esa novela que inspira y sirve de consuelo a los que viven un amor no correspondido.
2
En la casa- museo de Goethe se conservan sus pertenencias: libros, objetos de colección. El parque aledaño a la casa tiene jardines con caminos, árboles flores y bancos. El río Im extiende sus hilos de agua. Un puente al estilo barroco complemente el panorama. La naturaleza, su belleza y armonía fueron motivos de inspiración para el poeta:
En todas las cumbres
La paz reina:
Por ninguna parte
Apenas un soplo
De vida se otea:
En el bosque en calma
Ni un ave gorjea
Aguarda que pronto
Cesaran tus penas.
3
Visitamos también el teatro nacional, que una vez dirigiera con mucho éxito Goethe. En la casa museo de Schiller se exhibe el aposento donde murió y la mesa donde escribiera su Guillermo Tell. También hay una copia de su “Oda a la alegría”, musicalizada por Beethoven en su Novena Sinfonía.
4
Luego fuimos  al templo de las musas, lugar predilecto de la aristocracia de la época, el museo de Herder, la gruta con los sarcófagos de Goethe y Schiller, las estatuas de Pushkin  y Schweitzer. Albert Schweitzer, el teólogo alemán que se hizo médico para trabajar en la jungla, por allá en África ecuatorial, decía: “hay que vivir como se piensa de lo contrario se terminara pensado como se vive” y “toda seguridad excesivamente material empobrece al hombre”.
5







Buchenwald, el campo de concentración fascista esta en  las cercanías de Weimar. Estos lugares que recuerdan el horror del hombre contra el hombre siempre son tristes. Estremece ver los objetivos para torturas: una columna con un orificio para el tiro de gracia en el occipital, los instrumentos para los “experimentos eugenésicos” de Mengele, las literas donde dormían los prisioneros. A mí se me antojan esas literas muy parecidas a los estantes de madera para colocar panes.
Por otro lado, es simbólico el tronco de un árbol quemado que una vez floreciera en las cercanías de la casa de Goethe, tal vez bajo su sombra descanso el poeta que una vez reflejo en versos  su odio hacia la guerra:
Más de alguna delicia del mundo en la guerra y la lucha se pierde/ Quien la conserve y la protege,/El más humano premio merece.





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