domingo, 2 de junio de 2019

INFANCIA, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD DE TOLSTOI





INFANCIA, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD DE TOLSTOI
Edgardo Malaspina
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El primer libro que leí de León Tolstoi fue el tomo que reúne sus primeras tres obras: Infancia, Adolescencia y Juventud. En aquel tiempo (1978) estaba de moda  en Rusia una canción interpretada por Ala Pugachova y que era el tema musical de una película infantil: ¿A dónde se va la infancia? (Куда уходит детство?). Desde entonces asocio el libro de Tolstoi con esa música.
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Tolstoi empezó escribir a los 22 años para “señalar netamente los rasgos característicos de cada época de la vida”. El escritor  reconoció que estás pequeñas novelas tienen un  acento autobiográfico.
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Fuimos niños y luego adolescentes, y así vienen  otras etapas hasta la vejez; por eso Tolstoi afirmaba que “todo es movimiento. El hombre mismo se mueve constantemente, y por eso todo se explica a través del movimiento”.
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Mucho antes de que apareciera el término “inteligencia emocional”  Tolstoi habló de la misma: Existen dos tipos principales de inteligencia: la de la mente y la del corazón. La primera es el frío razonamiento y la lógica áspera; mientras que la segunda se caracteriza por una emotividad, una sensibilidad y una compasividad acentuada. El héroe de la trilogía posee los dos tipos de inteligencia, aunque la del corazón sobresale, y de ese hecho deriva la dulzura y belleza de esta obra.
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La infancia es encanto y poesía. “! Qué época tan feliz, feliz y sin igual, es la infancia ¿Cómo no amar, cómo no acariciar los recuerdos que se guardan en ella? Esos recuerdos crean y elevan mi alma, son manantial de mis mejores goces”. (   Capítulo XV de Infancia)
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Pero si la infancia es un manantial, la adolescencia es un desierto que hay recorrer con la mayor celeridad, según Tolstoi.
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Chernyshevski dijo que en la trilogía hay lozanía del corazón, color extraordinariamente justo, gracia, delicadeza y sentimiento moral. Porque “el conde Tolstoi tiene una extraordinaria capacidad de observación y de análisis sutil de los movimientos espirituales…”
8
“Sólo las personas capaces de amar profundamente pueden experimentar dolores también profundos; pero esa misma necesidad de amar sirve de contrapeso al dolor y lo cura. De ahí que la naturaleza moral del hombre sea más resistente que la naturaleza física. El dolor nunca mata (Capítulo XXVIII de Infancia).
9
“Una vez se me ocurrió que la felicidad no depende de causas exteriores, sino de nuestra actitud hacia ellas…”  “…a ninguna tendencia filosófica me entregué tan por entero como al escepticismo que en un momento dado me condujo a una situación próxima a la demencia. Quería a todo trance persuadirme de que nada  ni nada más que yo  existía en el mundo entero, d que los objetos no eran objetos, sino imágenes que aparecían sólo cuando yo fijaba en ellos mi atención y que, apenas había dejado de pensar en ellas , esas imágenes desaparecía. En una palabra, coincidía con Shelling en la convicción de que no existen los objetos, sino la actitud hacia ellos”. (Capítulo XIX de Adolescencia).
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Hay tres géneros de amor: el hermoso, el abnegado y el activo. El primero es el de la belleza. El segundo es el sacrificio por el ser querido; y el último es el deseo de satisfacer las necesidades  y hasta caprichos del ser querido (Capítulo XXIV de Juventud).
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Infancia con más de cien páginas son dos días de la vida del héroe. Nuestra infancia puede pasar por el pensamiento en fracciones de segundos en medio de la angustia de un momento existencial.
“Son tantos los recuerdos del pasado que surgen cuando se trata de resucitar en la imaginación los rasgos de un ser querido que a través de esos recuerdos se los ve borrosos, como si los nublase un velo de lágrimas: son las lágrimas de la imaginación. Cuando yo trato de recordar a mi madre tal y como era entonces sólo se aparecen sus ojos pardos, en los que brillaba siempre la misma bondad y el mismo amor…(Capítulo II de Infancia).
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El párrafo anterior me es muy íntimo y doloroso. Al llevar a mi madre a su última morada por la mente cruzó mi infancia en un instante fugaz pero extenso en amargura: soy un párvulo y mi madre está allí siempre cuidándome; porque cuando muere nuestra progenitora, sin importar la edad, volvemos a ser niños.
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La canción que canta Pugachova es del poeta Leonid Derbeniov:
¿A dónde va la infancia?
¿A qué ciudades fue?
¿Y cuál será la forma
de hacerla regresar?
Se fue sin hacer ruido
Mientras todos dormían
y nunca escribe cartas
ni tampoco nos llama (etc)


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