LA
MUERTE .RELATO DE IVÁN TURGUENEV.(1852)
(СМЕРТЬ)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
El
campesino ruso enfrenta la muerte de manera serena, con resignación, sin temores o miedos porque acepta como algo
muy natural que nuestros días están contados.
Bertrand Russel dice : El que ha conocido las alegrías
y las tristezas humanas, que ha terminado la obra que le cabía hacer, el temor
a la muerte es algo abyecto e innoble.
El campesino ruso supera el miedo a la muerte, como
afirmaba Russell, porque sus intereses son impersonales, por encina de los
muros del yo, y así la vida se sumerge crecientemente en la vida universal.
“Una existencia humana individual debería ser como un
río: al principio, pequeña, estrechamente limitada por las márgenes, fluyendo
apasionadamente sobre las piedras y arrojándose por las cascadas. Lentamente el
río va haciéndose más ancho, las márgenes se apartan, las aguas corren más
mansamente y, por último, sin ningún sobresalto visible, se funden con el mar y
pierden, sin dolor, su ser individual. El hombre que sea capaz de considerar su
vida de esta manera, no sufrirá el temor a la muerte, pues las cosas que él
estima seguirán existiendo. Y, si con la decadencia de la vitalidad aumenta la
fatiga, no será mal recibido, entonces, el pensamiento de que está próxima la
hora del descanso. Yo desearía morir en pleno trabajo, sabiendo que otros
continuarán lo que yo ya no puedo hacer, y contento al pensar que se hizo lo
que fue posible hacer”. (Bertrand Russell)
PÁRRAFOS Y FRASES
1
En
la profundidad de este follaje espeso, otrora el mirlo silbaba alegremente, las
urracas golpeaban con el pico la corteza de los árboles; las currucas diminutas
gorjeaban en las ramas bajas, verdes y frescas, sin temor a las liebres que
furtivamente atravesaban los setos. Una ardilla, a veces, asomándose, lucía su
pelaje rojo amarillento y su cola empenachada.
2
Mis
viejos amigos, los grandes árboles, las encinas y hayas, estaban caídos en
tierra; estos príncipes, reyes de la naturaleza, se pudrían como cadáveres de
viles animales. Otros, heridos por el rayo, perdían su corteza. Aún conservaban
algunos vestigios de juventud, pero ninguno tenía su pasada magnificencia.
3
—¡Ah,
padre!… Envíen a buscar al sacerdote. Dios me ha castigado… Hoy domingo trabajé
con mis hombres. Por eso estoy castigado. No tengo ni brazos ni piernas… Veo
venir la muerte… Si me queda dinero, que se lo den a mi mujer, después de pagar
mis deudas. Siento que todo ha concluido, perdónenme.
4
La
muerte se lo llevaba, sus miembros se encogieron, después pareció encogerse.
—Ha
muerto —dijeron algunos campesinos.
Silenciosamente
nos apartamos y salimos al campo. La muerte del pobre capataz me hizo
reflexionar.
Tiene
el campesino ruso una manera característica de morir. No puede decirse que sea
indiferencia en el momento supremo, y, sin embargo, el campesino encara la
muerte como un simple trámite, como una formalidad inevitable.
Hace
algunos años, un campesino hubo de morir quemado en el incendio de una granja.
Un burgués lo salvó de morir allí. Fui a verlo en su cabaña. Todo era sombrío y
el aire viciado, malsano.
5
El
ruso encara la muerte de una manera particular.
6
El
médico le había prohibido hablar. Aunque no seguía el movimiento científico y
literario de la época, le interesaba algo el porvenir del mundo;
particularmente llamaba su atención la filosofía alemana. Le hablé de Hegel y
le hice una exposición de su sistema.
—Sí
—reflexionó—, comprendo; grandes ideas, grandes ideas.
Esta
curiosidad infantil de un hombre a la muerte, de un infeliz abandonado, me
conmovió hasta las lágrimas. Sorokunof no se hacía ilusiones sobre su estado;
sin embargo, nunca se quejaba de sus sufrimientos.
7
Una
vieja propietaria murió en mi presencia no hace mucho tiempo. En pie, a la
cabecera de su cama, el sacerdote decía las oraciones de los agonizantes. Al
cabo de algunos minutos, notando que la enferma ya no se movía, la creyó muerta
y acercó a su boca un crucifijo.
—No
tan rápido, espere —balbuceó la vieja.
Metió
una mano bajo la almohada.
Cuando
la amortajaron, se encontró bajo su almohada una moneda de plata. Se había
propuesto pagar ella misma al sacerdote que le administrase la extremaunción.
Sí,
los rusos tienen una extraña manera de morir.
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