jueves, 26 de mayo de 2022

LA MUERTE. IVÁN TURGUENEV

 


 

LA MUERTE .RELATO DE IVÁN TURGUENEV.(1852)

(СМЕРТЬ)

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

El campesino ruso enfrenta la muerte de manera serena, con resignación,  sin temores o miedos porque acepta como algo muy natural que nuestros días están contados.

Bertrand Russel dice : El que ha conocido las alegrías y las tristezas humanas, que ha terminado la obra que le cabía hacer, el temor a la muerte es algo abyecto e innoble.

El campesino ruso supera el miedo a la muerte, como afirmaba Russell, porque sus intereses son impersonales, por encina de los muros del yo, y así la vida se sumerge crecientemente en la vida universal.

“Una existencia humana individual debería ser como un río: al principio, pequeña, estrechamente limitada por las márgenes, fluyendo apasionadamente sobre las piedras y arrojándose por las cascadas. Lentamente el río va haciéndose más ancho, las márgenes se apartan, las aguas corren más mansamente y, por último, sin ningún sobresalto visible, se funden con el mar y pierden, sin dolor, su ser individual. El hombre que sea capaz de considerar su vida de esta manera, no sufrirá el temor a la muerte, pues las cosas que él estima seguirán existiendo. Y, si con la decadencia de la vitalidad aumenta la fatiga, no será mal recibido, entonces, el pensamiento de que está próxima la hora del descanso. Yo desearía morir en pleno trabajo, sabiendo que otros continuarán lo que yo ya no puedo hacer, y contento al pensar que se hizo lo que fue posible hacer”. (Bertrand Russell)

PÁRRAFOS Y FRASES

1

En la profundidad de este follaje espeso, otrora el mirlo silbaba alegremente, las urracas golpeaban con el pico la corteza de los árboles; las currucas diminutas gorjeaban en las ramas bajas, verdes y frescas, sin temor a las liebres que furtivamente atravesaban los setos. Una ardilla, a veces, asomándose, lucía su pelaje rojo amarillento y su cola empenachada.

2

Mis viejos amigos, los grandes árboles, las encinas y hayas, estaban caídos en tierra; estos príncipes, reyes de la naturaleza, se pudrían como cadáveres de viles animales. Otros, heridos por el rayo, perdían su corteza. Aún conservaban algunos vestigios de juventud, pero ninguno tenía su pasada magnificencia.

3

—¡Ah, padre!… Envíen a buscar al sacerdote. Dios me ha castigado… Hoy domingo trabajé con mis hombres. Por eso estoy castigado. No tengo ni brazos ni piernas… Veo venir la muerte… Si me queda dinero, que se lo den a mi mujer, después de pagar mis deudas. Siento que todo ha concluido, perdónenme.

4

La muerte se lo llevaba, sus miembros se encogieron, después pareció encogerse.

—Ha muerto —dijeron algunos campesinos.

Silenciosamente nos apartamos y salimos al campo. La muerte del pobre capataz me hizo reflexionar.

 

Tiene el campesino ruso una manera característica de morir. No puede decirse que sea indiferencia en el momento supremo, y, sin embargo, el campesino encara la muerte como un simple trámite, como una formalidad inevitable.

Hace algunos años, un campesino hubo de morir quemado en el incendio de una granja. Un burgués lo salvó de morir allí. Fui a verlo en su cabaña. Todo era sombrío y el aire viciado, malsano.

5

El ruso encara la muerte de una manera particular.

6

El médico le había prohibido hablar. Aunque no seguía el movimiento científico y literario de la época, le interesaba algo el porvenir del mundo; particularmente llamaba su atención la filosofía alemana. Le hablé de Hegel y le hice una exposición de su sistema.

—Sí —reflexionó—, comprendo; grandes ideas, grandes ideas.

Esta curiosidad infantil de un hombre a la muerte, de un infeliz abandonado, me conmovió hasta las lágrimas. Sorokunof no se hacía ilusiones sobre su estado; sin embargo, nunca se quejaba de sus sufrimientos.

7

Una vieja propietaria murió en mi presencia no hace mucho tiempo. En pie, a la cabecera de su cama, el sacerdote decía las oraciones de los agonizantes. Al cabo de algunos minutos, notando que la enferma ya no se movía, la creyó muerta y acercó a su boca un crucifijo.

—No tan rápido, espere —balbuceó la vieja.

Metió una mano bajo la almohada.

 

Cuando la amortajaron, se encontró bajo su almohada una moneda de plata. Se había propuesto pagar ella misma al sacerdote que le administrase la extremaunción.

 

Sí, los rusos tienen una extraña manera de morir.

 

lunes, 23 de mayo de 2022

MUMÚ

 







MUMÚ

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

I

Mumú es un cuento de Iván Turguenev escrito en 1852 y publicado en 1854 en la revista Sovremennik. En este relato hay una denuncia sobre la problemática social de Rusia, se muestra el amor y el odio de los humanos hacia los animales, y también se resaltan algunos aspectos relacionados con la Medicina de la época.

“En una de las distantes calles de Moscú, en una casa gris con columnas blancas, vivía una dama viuda, rodeada de numerosos sirvientes. Entre sus sirvientes, destacó especialmente el conserje Guerásim, un hombre sordomudo de nacimiento. Estaba dotado de una fuerza heroica y extraordinaria.”. La casa descrita fue residencia de la madre de Turguenev. Allí también vivió el escritor por varias temporadas. Hoy esa vivienda es el Museo de Turguenev.

II

La dama anciana de Moscú (Varvara Petrovna: la propia madre de Turguenev) , muy cruel, separa al sirviente sordomudo de la mujer que ama y luego lo obliga deshacerse de su único amigo: una perrita. El héroe obedece dócilmente la orden y, habiendo perdido el sentido de la vida, regresa a su pueblo natal.

Guerásim, el sordomudo,  salva a un cachorro de la muerte y lo trae a casa. La perrita Mumú llena de alegría el corazón del buen hombre. La ama de la casa nota la presencia de la perrita, quiere jugar con ella, pero el animal la rechaza. Luego la dama alegará que los ladridos de la perrita no la dejan dormir y ordena al sordomudo eliminarla.

III

El protagonista de la historia "Mumú", el siervo sordomudo Guerásim, encarna en la obra las ideas de Turguenev sobre el valiente pueblo ruso, amante de la libertad. Por voluntad de la amante, Guerásim primero perdió su tierra natal, luego su amada Tatyana e incluso su Mumú , todo esto llevó a la rebelión interna del héroe. Al final del trabajo, el hombre rompe los lazos de la servidumbre. Regresa a casa y se convierte en un hombre por su propia voluntad.

IV

La historia se creó en el marco del espíritu literario del realismo crítico. "Mumú" es la primera obra en la que Turguenev muestra los vicios de la servidumbre, denuncia y condena este orden social.

V

Ivan Sergueivich admitió más tarde que todo lo que escribió no fue "compuesto", sino que se inspiró en hechos reales, personas vivas con las que se reunió el escritor.

VI

Las esculturas de la famosa perrita están en el jardín de la Casa-Museo de Turguenev y dentro de la misma en una de las escaleras.

Mumú fue considerada una severa crítica al injusto orden social , por eso al mes de su publicación Turguenev fue confinado a su propiedad campestre en Spasskoe durante año y medio.

 

PÁRRAFOS

1

Guerásim salva a una perrita que se estaba ahogando:

Caía la tarde. Caminaba lentamente, contemplando el agua. De pronto le pareció que una criatura viva se debatía en el fango, junto a la ribera. Se agachó y vio un cachorro blanco con manchas negras que, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía ganar la orilla; se agitaba, se escurría y su cuerpo menudo y mojado se veía sacudido por temblores. Guerásim se quedó mirando al desdichado perrito, lo cogió con una mano, se lo metió en el pecho y regresó a grandes zancadas a la casa.

2

El amor entre Guerásim y Mumú:

Pocas madres cuidan con tanta diligencia de su pequeño como Guerásim de su protegida. (El perro resultó ser una perrita.) Al principio pareció muy débil, delgaducha y fea, pero poco a poco fue recuperándose y restableciéndose, y al cabo de unos ocho meses, gracias a los cuidados incesantes de su salvador, se convirtió en una bella perrita de raza española, de largas orejas, rabo peludo en forma de tubo y grandes ojos expresivos. Le cogió mucho cariño a Guerásim, del que no se separaba ni un paso: lo seguía a todas partes, moviendo la cola. Sabiendo, como todos los mudos, que sus mugidos atraían la atención de los demás, Guerásim le dio el nombre de Mumú.

3

Mumú y su amo:

Mumú lo despertaba todas las mañanas; tirándole del faldón del abrigo, le llevaba por la brida el viejo caballo, con el que vivía en buena armonía, le acompañaba al río con aire de importancia, vigilaba su pala y su escoba, y no permitía que nadie entrara en su cuartucho. Guerásim había practicado una abertura en la puerta para que la perrita pudiera pasar, y se diría que está solo en ese lugar se sentía en su propio hogar; por eso, en cuanto traspasaba el umbral, saltaba alegremente a la cama

4

La última cena:

En la taberna conocían a Guerásim y comprendían sus señales. Pidió sopa de col con carne y se sentó, apoyando los codos en la mesa. Mumú estaba a un lado de la silla y lo miraba tranquilamente con sus ojillos expresivos. Su pelaje resplandecía: era evidente que la habían cepillado hacía poco. Una vez que le sirvieron, Guerásim echó en la sopa unas migas de pan, partió la carne en trozos pequeños y puso el plato en el suelo. Mumú se aprestó a comer con su delicadeza habitual, rozando apenas el caldo con el hocico. Su amo pasó largo rato contemplándola; de pronto, dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas: una cayó en la abultada frente de la perra y la otra en la sopa. Guerásim ocultó el rostro en las manos. Mumú se comió la mitad del plato y se apartó relamiéndose. Guerásim se puso en pie, pagó y salió, acompañado de la mirada algo sorprendida del camarero.

 

5

Guerásim ahoga a Mumú:

Guerásim siguió remando. Pronto quedaron atrás las casas de Moscú y en ambas orillas surgieron prados, huertos, campos, bosques e isbas. Llegaban olores de aldea. El mudo dejó los remos, inclinó la cabeza sobre Mumú, que estaba sentada ante él en un banco seco –pues el fondo estaba cubierto de agua– y se quedó inmóvil unos instantes, cruzando los poderosos brazos sobre el lomo de la perra, mientras la corriente iba arrastrando poco a poco la barca de vuelta a la ciudad. Por fin Guerásim se incorporó y con una expresión de rabia enfermiza se apresuró a atar los ladrillos a la cuerda, hizo un lazo y se lo pasó a Mumú por el cuello, levantó a la perra por encima de las aguas y la contempló por última vez… Ella lo miraba con confianza, sin temor, meneando apenas el rabo. Guerásim volvió la cabeza, entornó los ojos y abrió las manos… No oyó nada, ni el breve gruñido que emitió Mumú, ni el clamor del agua; para él el día más fragoroso era más silencioso y calmo que para nosotros la noche más serena. Cuando volvió a abrir los ojos, las pequeñas olas se sucedían veloces en el río, como persiguiéndose unas a otras, y batían los dos costados de la barca, lo mismo que antes; solo en la lejanía, detrás de él, se desplazaban hacia la orilla grandes círculos.

6

Guerásim rechaza tener más mascotas para evitar el sufrimiento por su pérdida:

Guerásim, pobre y sin tierras, aún vive en su isba solitaria; sigue siendo el mismo hombre robusto y vigoroso, trabaja por cuatro como antes y conserva ese aire grave y circunspecto. Pero sus vecinos han advertido que, desde su vuelta de Moscú, ha dejado de tratar a las mujeres, ni siquiera las mira, y que no quiere perros en su casa. “Por lo demás” comentan los campesinos, “es una suerte que no tenga necesidad de mujer. ¿Y qué falta le hace un perro? ¡Ningún ladrón se acercará a su puerta ni por todo el oro del mundo!” Hasta tal punto se han extendido los rumores sobre la fuerza hercúlea del mudo.

7

Aspectos médicos:

Crisis nerviosa

En ese momento la señora acababa de quedarse dormida tras una prolongada “crisis nerviosa”; esas crisis siempre se producían después de una cena demasiado copiosa. Los inesperados ladridos la despertaron: el corazón se puso a latir con fuerza y luego pareció detenerse.

 

–¡Oh, oh, me muero! –exclamó esta, retorciéndose las manos con desesperación–. ¡Otra vez ese perro…! ¡Oh, que venga el doctor! Quieren matarme… ¡El perro, otra vez el perro! ¡Oh!

Y echó la cabeza hacia atrás, como dando a entender que se desmayaba.

El doctor y las gotas de lauroceraso:

Fueron corriendo a buscar al doctor, es decir, al médico de cabecera Jaritón, cuya ciencia se reducía a llevar botas de suela flexible, buscar con delicadeza el pulso, dormir catorce horas al día, suspirar el resto de la jornada y administrar una y otra vez a la señora gotas de lauroceraso*. Jaritón acudió al momento, sahumó la habitación con plumas requemadas y, cuando la señora abrió los ojos, se aprestó a presentarle en una bandeja de plata una copa con las preciadas gotas. La señora las tomó, pero al poco rato volvió a quejarse con voz llorosa del perro, de Gavrila, de su suerte, de que era una pobre anciana abandonada, de que nadie se compadecía de ella, de que todos deseaban su muerte. Entretanto, la desdichada Mumú seguía ladrando, mientras Guerásim trataba de apartarla en vano de la valla.

El médico murmuró unas palabras a una de las damas de compañía, que se precipitó en el vestíbulo y sacudió a Stepán; este, a su vez, corrió a despertar a Gavrila, quien, dejándose llevar por un arrebato repentino, puso en pie a toda la casa.

Es probable que la señora hubiera tardado en tranquilizarse, pero el médico, con las prisas, le había administrado cuarenta gotas en lugar de las doce habituales: las propiedades del lauroceraso surtieron efecto y un cuarto de hora más tarde la anciana se hundió en un sueño profundo y sereno; en cuanto a Guerásim, estaba tumbado en su cama, todo pálido, y apretaba con fuerza el hocico de Mumú.

 

 

Nota:

*Lauroceraso

 Laurocerasus, lauroceraso o laurel cerezo es una especie de arbusto o árbol siempreverde del género Prunus originaria de la laurisilva y los ecosistemas que evolucionaron de la misma, de hasta 8 m de alto, perteneciente a la familia de las rosáceas. Es originaria de Asia Menor y se cultiva en zonas templadas de Europa como planta ornamental, desarrollándose generalmente como arbusto.

Tiene efecto sedante sobre el sistema nervioso .Estimulante respiratorio. Las semillas, por su contenido en ácido cianhídrico son altamente tóxicas y tienen el sabor de las almendras amargas.

viernes, 20 de mayo de 2022

UN SUEÑO. TURGUENEV. 1877.

 


 

UN SUEÑO . RELATO DE IVÁN TURGUENEV(1877)

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

(En la Antigüedad los sueños eran confundidos con la realidad y por eso la gente hablaba con ángeles y personajes maravillosos. Heráclito aclaró que los sueños son un fenómeno natural. Hay quienes ven premoniciones en los sueños, y un ejemplo es el sueño del faraón con las vacas y la interpretación que le dio José.)

El relato trata de un joven con un sueño recurrente: ve a un hombre misterioso que se presenta como su padre (de aspecto diferente al que creía era su padre) quien murió cuando tenía siete años. Una vez vio a un hombre parecido al del sueño. Conversó con él. El hombre desapareció sin dejar rastro. En realidad, el joven nació producto de una violación, y el violador era el hombre enigmático de sus sueños. Un secreto que su madre nunca reveló a su esposo.

1

Lo que más me gustaba era leer, pasear a solas y soñar… ¡soñar…!

2

En general, yo dormía mucho, y los sueños desempeñaban un papel considerable en mi vida. Soñaba casi todas las noches. Los sueños no se me olvidaban, y yo les daba importancia, los consideraba premoniciones, procuraba desentrañar su sentido oculto.

3

Me parecía que iba caminando por una calle estrecha y mal empedrada de una vieja ciudad, entre altos edificios de piedra con los tejados en pico. Yo andaba buscando a mi padre, que no había muerto, sino que se escondía de nosotros, ignoro por qué razón, y vivía precisamente en una de aquellas casas. Yo entraba por una puerta cochera, baja y oscura, cruzaba un largo patio abarrotado de troncos y tablones y penetraba por fin en una estancia pequeña que tenía dos ventanas redondas. En medio de la habitación estaba mi padre, con batín y fumando en pipa. No se parecía en absoluto a mi padre verdadero.

4

Conque una vez, al pasar delante de un café, vi a un hombre que atrajo inmediatamente toda mi atención. Vestía un largo guardapolvos negro, llevaba el sombrero de paja encasquetado hasta los ojos y permanecía inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho.

¡Aquel hombre era el padre a quien yo había encontrado, a quien yo había visto en sueños!

5

Todo se embota con el tiempo. Incluso los recuerdos de los sucesos familiares más trágicos pierden gradualmente su fuerza y su acuidad

 

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

EL PRIMER AMOR

 


EL PRIMER AMOR (1860)

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

Novela   de Iván Turguenev sobre los espejismos del primer amor, además no correspondido, y que con el tiempo se borra como la amarga experiencia que creímos fue; y, sin embargo, queda como un grato recuerdo, al que quisiéramos regresar. Valodia ama a Zinaída como otros muchos hombres que la rodean; no obstante, ella ama a otro que no aparece en el cuadro de los pretendientes habituales . El propio padre de Valodia es el elegido. Y como siempre, pierde más el que ama más. Turguenev también aborda un tema que es recurrente en sus obras: la muerte.

1

Oh, dulces sentimientos, suaves sonidos, bondad y sosiego de mi alma que acababa de despertarse, alegría desvaneciente de los primeros enternecimientos del amor ¿dónde están, ¿dónde?

2

La libertad es la voluntad, la propia voluntad, la que, además, da el poder, que es mejor que la libertad. S sabes desearlo y serás libre, y también dominarás.

3

Me consumía cuando no estaba con Zinaída, no podía pensar en nada, ni hacer nada; pasaba los días enteros pensando intensamente en ella... Me consumía... pero en su presencia no encontraba ningún alivio.

4

Eso es lo bueno de la poesía: nos habla de lo que no existe, y de lo que no sólo es mejor de lo que existe, sino incluso de lo que es más parecido a la realidad...

5

De día hay luz y gente, pero de noche… de noche puede temerse cualquier desgracia.

6

Todo había terminado. Todas mis flores habían sido arrancadas de golpe y yacían a mi alrededor, dispersas y pisoteadas.

7

Un pensamiento no me abandonaba: ¿cómo había podido ella, una muchachita –princesa, además–, atreverse a una cosa así, sabiendo que mi padre era un hombre casado, y teniendo ella la posibilidad de casarse, aunque fuera con Bielovsórov? ¿Qué podía esperar ella? ¿Cómo no había pensado en su porvenir? Sí, me decía yo, eso es el amor, esa es la pasión, esa es la fidelidad... y recordé las palabras de Lushin: hay quien goza sacrificándose.

8

¡Cómo puede una persona no indignarse, cómo puede tolerar un golpe, venga de quien venga… aunque sea de la mano más amada! Por lo visto sucede, si se ama... ¡Y yo... yo que me imaginaba!”

9

Me sentí muy viejo, y mi amor, con todas sus emociones y sufrimientos me pareció tan mísero, tan pueril e insignificante, comparándolo con aquel otro, impenetrable para mí, que apenas si podía adivinar y que me asustaba, como si fuera un rostro desconocido, bello, pero terrible, que en vano se intenta reconocer en la penumbra...

10

Teme el amor femenino, teme esa dicha, ese veneno...

11

¡Oh, juventud! ¡Juventud! Nada te importa, parece que eres la dueña de todos los tesoros del universo, hasta la tristeza te distrae, hasta la pena te embellece; eres presuntuosa y atrevida, tú dices: ¡sólo yo vivo, mírenme! y no te das cuenta de que tus días corren y desaparecen sin dejar huella y sin ser contados, y todo en ti se derrite, como la cera al sol, como la nieve...

12

Y quizá todo el secreto de tu encanto no resida en la facultad que tienes de alcanzarlo todo, sino en la facultad de creer que todo lo puedes; reside en que lanzas al viento las fuerzas que no habrías podido emplear en ninguna otra cosa; reside en que cada uno de nosotros se considera en serio derrochador, se cree en serio que tiene derecho a decir: “¡Oh, ¡qué no haría yo si no perdiera el tiempo en vano!”

13

Ahora, cuando en mi vida comienzan a aparecer las sombras de la tarde, ¿qué otra cosa me queda más hermoso, más querido, que el recuerdo de aquella tormenta primaveral, matutina, tan fugaz como un hálito?

14

En aquella época despreocupada y juvenil, no fui sordo a la afligida voz que me clamaba, a los solemnes sonidos que llegaban hasta mí desde la tumba. Recuerdo que pocos días después de enterarme de la muerte de Zinaída, yo mismo, por propia e irresistible inclinación, presencié la muerte de la pobre anciana que había vivido en nuestra misma casa. Cubierta de andrajos, sobre unas tablas duras, con una bolsa por almohada, agonizaba dolorosamente. Toda su vida había transcurrido en una amarga lucha contra la indigencia cotidiana; no había tenido alegrías, no había saboreado la miel de la dicha, se diría que debía estar contenta de morir; ésa era su libertad, su reposo. Sin embargo, mientras su ajado cuerpo se resistía aún, mientras aún latía con dificultad su pecho bajo la mano gélida, mientras no la abandonaron las últimas fuerzas, la vieja seguía persignándose y susurraba: “Dios mío absuélveme de mis pecados...”, y sólo con la última chispa de conciencia desapareció de sus ojos la expresión de espanto y temor a la muerte... Y recuerdo que allí, ante el lecho de esa pobre anciana, me sentí sobresaltado por el recuerdo de Zinaída, y quise rezar por ella, por mi padre... y por mí.