sábado, 29 de febrero de 2020

FRANCISCO DE MIRANDA EN MOSCÚ





FRANCISCO DE MIRANDA EN MOSCÚ.

Edgardo Malaspina

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Según el historiador soviético Grugulevich ( conocido también como Lavretski, y a quien tuve el honor de conocer) en los diarios de Francisco de Miranda está reflejada su visita a Moscú en el siglo XVIII. Miranda visitó Rusia desde el 7 de octubre de 1786 hasta hasta el 6 de septiembre de 1787; y en todo ese tiempo llevó un minucioso diario. El mismo Precursor de la independencia americana confiesa que escribía todo el día hasta la media noche. En ese tiempo llenaba ocho pliegos. El diario le sirve para registrar pormenorizadamente todo lo que ve, desde personas hasta instituciones.

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Miranda hace su entrada a Moscú a las a las nueve de la noche del 11 de mayo de 1787: “En fin, por sendas intransitables y desnucaderos, aunque el camino aquí no es tan malo como el anterior, avistamos la gran ciudad de Moscú-32 verstas- cuya meseta de palacios, jardines y chozas todo junto, le da alguna similitud con Constantinopla. Sobre el camino hay varias casa de campo muy bien situadas, con abundancia de árboles, alamedas alrededor, y las cercanías de la ciudad por todas partes parecen sumamente agradables y pintorescas.¡ Cómo estas gentes, que están obligadas a consumir tanta leña, han podido preservar tantísimos bosques, es cosa que no entiendo!"

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El 13 de mayo Miranda está visitando el monasterio de Novodievich. Este convento era sólo de monjas y fue construido en 1524; actualmente es un museo con exposiciones pictóricas y de arte ruso de carácter religioso de los siglos XVI y XVII ,y está ubicado cerca de la estación del Metro Sportivnaya. Al lado se encuentra el cementerio del mismo nombre ( antes estaba cerrado al público durante el Poder Soviético y ahora de entrada libre).



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Luego Miranda, el 14 de mayo, se dirige a la Plaza Roja y entra en el Kremlin. Allí le mostraron las catedrales, las tumbas de los zares, la campana gigante, el zar cañón, la armería, etc; de la misma manera como en la actualidad se los muestran a los turistas . Al visitar el Hospital de Catalina o de oficiales destaca que es para inválidos enfermos y que están bien asistidos con apartamentos separados para las mujeres y para los locos. Los califica de bien aseados, con buenas camas y con sólo ocho pacientes por habitación.

jueves, 27 de febrero de 2020

ALGUNAS OPINIONES SOBRE DOSTOYEVSKI EN "PARÍS ERA UNA FIESTA" DE HEMINGWAY.


ALGUNAS OPINIONES SOBRE DOSTOYEVSKI EN "PARÍS ERA UNA FIESTA" DE HEMINGWAY.

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

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París era una fiesta (1964), obra póstuma de Ernest Hemingway, escrita en una prosa sencilla, constituye una lección sobre literatura en general : de cómo y para qué se debe escribir. Era el diario de Hemingway, llevado en la década de los veinte del siglo XX cuando vivió en París., pobre pero feliz en un ambiente de atmósfera intelectual con librerías y bares para las tertulias .
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París es la ciudad de la bohemia, los cafés, las charlas sobre narrativa y poesía con los amigos, las conversaciones sobre los libros leídos, la critica literaria , juegos de azar y las interminables noches de fiestas, comidas y alcohol. Hemingway rescató el manuscrito en un sótano (1956) y le hizo un prólogo donde acota que es una novela de ficción "pero siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos..."
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Hemingway habla sobre los escritores con quienes compartió en aquellos años dorados de la juventud: Gertrude Stein, Ezra Pound, James Joyce, Sylvia Beach ‒dueña de Shakespeare and Co.‒ o Scott Fitzgerald. Para cada uno de estos personajes tiene más de una anécdota.
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Hemingway habla también de otros escritores de la literatura universal. Dostoyevski no es la excepción. Hemingway dice : En Dostoyevski había cosas increíbles y que no se debían creer, pero había unas tan verdaderas que uno cambiaba a medida que las leía. La flaqueza y la locura, la malignidad y la santidad, la insania del juego estaban allí para que uno las conociera...
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Heminway leía a Dostoyevski , pensaba en sus libros y se decía ¿Cómo puede escribir tan mal, tan increíblemente mal y hacernos sentir tan hondamente?
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Una vez Hemingway le preguntó al poeta Ezra Pound su opinión sobre Dostoyevski, y éste le contestó:
-Sí, tengo que serte franco, nunca leo a los rusos.
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En otra ocasión Hemingway se reunió con el poeta Evan Shipman en un café, y entre ellos se estableció el siguiente diálogo:
H:Dostoyevski no se puede releer. Una vez se me acabaron los libros y sólo tenía Crimen y castigo y no lo pude releer.
S: Dostoyevski era una mierda. De lo que escribía bien era de mierda y de los santos. Sus santos son una maravilla. Lástima que no haya manera de releerlo.
H: Voy a probar con los Hermanos Karamazov. Se pueden releer trozos. Tuvimos suerte de poder leerlo una vez...





sábado, 22 de febrero de 2020

EN LA FORTALEZA DE BREST




EN LA FORTALEZA DE BREST

Edgardo Malaspina
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Conocía a Bielorrusia a través de los relatos de la guerra. Para los rusos la Segunda Guerra Mundial empezó por la frontera de Bielorrusia, específicamente por Brest. Minsk, la capital de esa república, fue destruida y en los bosques de Polesie hicieron la guerra de guerrillas los partisanos. Lo de la Fortaleza y Jatín son cosas que después de conocerlas, de oírlas, te impresionan y nunca las olvidas.
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Jatín es un pueblito quemado por las huestes hitlerianas con todos sus habitantes. Los nazis encerraron en un establo a los hombres, las mujeres, los ancianos y los niños. Los rodearon de paja, rociaron con gasolina y prendieron fuego. Disparaban contra el que intentaba escapar. Pero una de las víctimas logró huir con su hijo. Le acribillaron el niño entre las manos y a él lo dieron por muerto. Contó la historia. La imagen de un hombre con rostro de dolor y de espanto, y de un niño muerto en sus brazos, estremece, angustia, provoca tristeza, rabia y un sentimiento de identificación solidaria. El hombre con el niño muerto, el fuego, el humo asfixiante y los gritos desesperados son una evocación inevitable cuando escuchas las campanas de Jatín…
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De Minsk recuerdo sus calles amplias, sus parques y prados, la plaza de la Victoria y Teatro Académico “Yanka Kupala". Brest, a orillas del río Mujavéts, parece tranquila. Tal vez por las zonas verdes: allí el sosiego de un abetal, hacia otro lado, los abedules claros. Aquí mismo un pinar, un robledal que da mucha sombra.
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La Fortaleza de Brest se encuentra cerca del río Bug. Yo había oído y leído sobre el heroísmo de los defensores de ese fuerte militar. La novela "Nikolái el de la fortaleza de Brest"(В списках не значился) de Boris Vasiliev es esclarecedora. Los alemanes atacaron en la madrugada, inesperadamente, de sorpresa. Lucharon los de la fortaleza hasta más no poder, no se rindieron, pero los barrieron. Lucharon muchachos sólo por ideales, por patriotismo. Tuvieron la muerte romántica de los espíritus puros, inocentes.
La entrada a las ruinas de la Fortaleza de Brest es una estrella grande en un muro de concreto. La gente en silencio pasea y contempla las huellas de un pasado terrible. Te preguntas para qué sirve la guerra. Los hombres pelean, se matan, hacen las paces, lloran a sus muertos y luego recuerdan con amargura lo sucedido.
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Una música triste se escucha en los recintos de la Fortaleza de Brest. Te rodea una angustia y una sensación de cementerio. La voz de Levitán, el más famoso locutor ruso de la guerra, estremece las paredes rotas y las almas. Anuncia el inicio de la guerra. Luego escuchas ruidos: bombas, estampidos, disparos. Te sientes como en la guerra, temes, piensas en aquellos años, en los hombres que tenían familias y muchos sueños por realizar, en las mujeres llorosas que acompañaban a sus esposos y veían impotentes como partían al frente, en los niños que quedaban sin papá. Piensas en ese destino como algo un poco nuestro.
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Sigues caminando y observas pedazos de ventanas, troncos de árboles, balas incrustadas en el concreto, restos de metralla…Un momento, un busto de soldado, un rostro con facciones duras te arropa, te observa como juzgando todo y a todos. Esa cabeza tallada en piedra refleja el dolor y lo inútil de la guerra. Los pinos a su alrededor, con su verde festivo, parecen ser la esperanza.
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Ves las ruinas, escuchas la música fúnebre, piensas en la muerte más que en la vida y te preguntas si todo esto tiene sentido.
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Compré un banderín de recuerdo de la Fortaleza de Brest (Citadel of Glory), el cual cada vez que lo veo en la pared de mi casa trae a mi memoria estas tristes historias...